Los casos de sífilis y gonococia se multiplican desde 2000
Las drogas recreativas y la pérdida del miedo al contagio aumentan las conductas de riesgo
Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) viven un repunte generalizado en el mundo occidental, y España no es una excepción. Solo de las cuatro más frecuentes (sífilis, gonococia, clamidias y tricomonas) se diagnostican casi 450 millones de casos anuales, según la Organización Mundial de la Salud. Y a ellas hay que sumar la infección por VIH (otros 2,7 millones, de acuerdo con Onusida).
Este último virus, con su impacto en las políticas de prevención, está muy relacionado con la situación actual. Como ha recordado esta mañana Jorge del Romero, del Centro de Sanitario Sandoval (una clínica madrileña pública especializada en ETS) su tratamiento cambió en 1996, cuando aparecieron los cócteles antivirales (la terapia con tres fármacos de alta eficacia). Estos tratamientos cambiaron la percepción del sida (la enfermedad que aparece cuando la infección por el VIH progresa y destruye el sistema inmunitario), que pasó a considerarse una dolencia crónica. Y, con ella, según la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), bajaron las medidas de protección de la población –básicamente, el preservativo-.
Ello ha tenido un efecto perverso en otras infecciones. En las dos que son de declaración obligatoria, la sífilis y la gonococia, ha habido un aumento desde 1999 o 2000, según el registro que lleva el Instituto de Salud Carlos III. En los 11 primeros meses de 2010, los médicos informaron de 2.927 de la primera y 2.148 de la segunda, que corresponden al doble y al triple que 10 años antes, respectivamente.
Pero no son las únicas infecciones que están en aumento. Los datos de Sandoval –un centro que puede considerarse centinela dada su especialización, como ha dicho el vocal de la Seimc, Rafael Cantón- registran aumentos de los casos de papiloma, sífilis, gonococia, clamidia y VIH. Y prácticamente una estabilización en los de hepatitis B y C.
También en este centro madrileño –junto al hospital Ramón y Cajal- ha aparecido el linfogranuloma venéreo, una enfermedad causada por un tipo especial de clamidia que en el mundo occidental no se conocía hasta 2008 (los genotipos L). Desde entonces se han registrado solo en Madrid más de 100 diagnósticos, con un avance importante: 10 en 2009, 30 en 2010 y 54 en 2011, a los que hay que sumar otra quincena detectada en el hospital Ramón y Cajal.
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Esta enfermedad, sobre la que el Centro Sandoval ha advertido ya a las autoridades regionales, también ha sido detectada en Barcelona (72 casos en 2011), y el proceso es común en otras capitales europeas, como Londres, París y Milán, dijo Del Romero.
Más que por su gravedad –la infección se manifiesta como dolorosas úlceras genitales o anales, inflamación de ganglios que producen fístulas y exudan pus a través de la piel o dolores rectales-, esta enfermedad se sigue especialmente por dos motivos: porque es nueva y porque puede considerarse un indicador de los nuevos tiempos. Al respecto, los expertos destacan el hecho de que se haya diagnosticado casi exclusivamente en hombres que tienen sexo con hombres (homo o bisexuales mayoritariamente), aunque en Madrid ya ha habido un par en mujeres. Afortunadamente, como se trata de una infección bacteriana, se puede combatir con antibióticos (doxiclicina, eritromicina o azitromicina).
La orientación de las personas infectadas no es un dato de menor importancia. Igual que en el caso del VIH, donde los nuevos diagnósticos son más frecuentes en hombres que tienen sexo con hombres (lo fueron el 46,1% de los casos detectados en 2010, según el Plan Nacional sobre el Sida, seguidos de un 33,1% de positivos en personas que habían mantenido relaciones heterosexuales sin protección), los comportamientos gais y bisexuales tienen una especial incidencia.
De hecho, los datos del Centro Sandoval, son en ese sentido demoledores: el 89% de los diagnósticos de VIH de 2010, el 83% de las gonorreas, el 91% de las sífilis y el 55% de las clamidias se dieron en hombres que habían tenido sexo con otros hombres. Aunque los datos no fueran extrapolables a toda la población española –Sandoval ofrece tratamiento gratuito y, si se quiere, de forma anónima, por lo que grupos más estigmatizados como los gais o personas que ejercen la prostitución están sobrerrepresentados-, ya indican una tendencia fuerte.
Es especialmente llamativo el caso de las clamidias, ya que en los grandes registros mundiales, como el de Estados Unidos, la proporción es completamente diferente. Ahí, por cada 3,3 casos en mujeres se detecta uno en hombres, de acuerdo con los datos del Centro de Control de Enfermedades (CDC, el equivalente al Instituto de Salud Carlos III del país).
Los datos de Sandoval apuntan a otra línea que los epidemiólogos y responsables de Salud Pública deberán tener en cuenta: que “una ETS llama a otra ETS”, como dijo Cantor. Esto es así por dos causas. Primero, las biológicas. Por ejemplo, Del Romero indicó que las enfermedades con úlceras (papiloma, herpes) tienen más riesgo de infectarse por el VIH, por ejemplo. Y luego están las de conducta: quien no se ha protegido de una no lo hace de otras. Además, en muchos casos se trata de personas que aunque tienen la información necesaria, no la ponen en práctica cuando tienen relaciones, sobre todo si están afectadas por el consumo de drogas recreativas o del alcohol, dijo Del Romero. Los resultados son que el 23% de las personas a las que se diagnosticó gonococia tenía también el VIH; en el caso de las clamidias este porcentaje era del 21%.
Entre la población que, bien sea por ignorancia bien sea por despreocupación, más está afectando el aumento de las ETS están los jóvenes. Los datos del Centro Sandoval referidos a los diagnósticos de VIH son elocuentes: en 2004, un 1,8% de los casos tenía entre 13 y 20 años. La proporción ya era del 10% en 2010. Los datos del Plan Nacional sobre el Sida coinciden, lo que indica que, pese a los posibles sesgos de la población atendida en este centro municipal, tienen una imagen de la situación que se acerca a la nacional.
La conclusión, para los expertos, es que hay que cambiar el enfoque de la prevención. Hasta ahora se ha primado el interés por evitar la propagación del VIH, pero hay que realizar un abordaje más amplio e integral, dijo Del Romero. También hay que centrar los esfuerzos en algunos grupos. No es lo mismo el de los gais, con una incidencia del VIH que va del 8% al 14% que entre mujeres que tienen relaciones con mujeres, con una tasa de prácticamente cero; o entre mujeres que ejercen la prostitución, con una tasa del 1% frente al de hombres con la misma actividad –el 15% o 20% de infectados- o transexuales (el 25%), según los resultados de Sandoval. Para ello hay que insistir en la educación sexual y en facilitar el acceso a los recursos sanitarios.
En ese sentido, Del Romero destacó la importancia de que los centros sanitarios sean más asequibles. A Sandoval, por ejemplo, se puede ir sin pedir cita, es gratis, no piden papeles y se puede dar incluso un nombre falso que proteja el anonimato. El resultado es que, en el caso del VIH, solo tienen un 6% de diagnósticos tardíos (que la persona ya haya desarrollado alguna infección que se identifique con el sida), frente al 28% de los casos incluidos en el registro estatal SINIVIH o el 24% detectado por la Comunidad de Madrid.
La mejor prevención
EMILIO DE BENITO
Prevenir, diagnosticar, tratar. La trilogía de la medicina no ha cambiado en siglos, ha dicho Jorge del Romero, del Centro de Salud Sandoval de Madrid. Y en el caso de las enfermedades de transmisión sexual esto es especialmente importante. Muchas –las bacterianas- se pueden curar con antibiótico (aunque empiezan a aparecer resistencias a la gonococia, por ejemplo). Otras, las víricas, tienen mucho peor tratamiento. El VIH es el paradigma de que, sin embargo, algo se puede hacer.
Y, en este caso, el mayor avance de los últimos años es el que ha identificado el tratamiento antiviral no solo como una manera de frenar la progresión de la infección dentro de una persona, sino como la mejor manera de evitar la transmisión a la pareja sexual.
Los datos de Del Romero son tajantes: “En ocho años, no hemos tenido un solo caso de una persona que se haya infectado por mantener relaciones con una persona con VIH que estuviera recibiendo tratamiento”, ha dicho. El caso extremo son los casi 100 bebés sanos que han nacido en el centro de parejas serodiscordantes (donde uno tiene el VIH y el otro no).
El médico recalca que estos casos son elocuentes, pero que se ha tratado de situaciones muy controladas: las personas, antes de tener relaciones desprotegidas, se analizaban para asegurarse de que no tenían otras enfermedades de transmisión sexual (las ETS, que son factores de riesgo para infectarse por el VIH), y se aseguraba que la persona que recibía terapia tenía la carga viral indetectable (es decir, la replicación del virus estaba detenida y no había patógeno en su sangre ni en sus fluidos).
Estos casos demuestran que las personas con VIH que siguen bien el tratamiento dejan de ser infecciosos para otros. Aunque, hasta ahora, el estudio tiene limitaciones, porque solo se ha estudiado a parejas heterosexuales. “Claro que entre ellas ha habido penetraciones anales”, indica el médico, pero falta un estudio que permita extender las conclusiones a relaciones homosexuales donde esta práctica pueda ser más habitual.