Decía Woody Allen que el sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír. Sin embargo, hay veces que la exposición a ese momento puede acarrear más de un problema. Si hablamos de jóvenes, y más concretamente varones, podemos encontrarnos con el temido ‘gatillazo’. No se trata de disfunción eréctil, sino de pérdidas de erección transitoria y esporádicas. Aunque no es frecuente en jóvenes, lo cierto es que este problema sigue «alborotando» la cabeza de muchos chicos cuando piensan en sexo.

Las pérdidas de erección en adolescentes y jóvenes, explica Mónica Poblador, psicóloga especialista en sexología del Centro Álava Reyes Consultores en Madrid, son bastante frecuentes. «Los estudios nos informan de que aproximadamente el 50% de los hombres ha tenido o tendrá, en algún periodo de su vida, problemas de erección, más o menos transitorios«, señala.

Raúl Padilla, por su parte, del centro Psicantropía de Madrid, afirma que hay situaciones que pueden llevar relacionadas una falta de erección, como los trastornos de ansiedad.

Aunque no se puede definir un perfil de personalidad concreto para estos casos, se trata de sujetos muy perfeccionistas, Son bastante perfeccionistas, con tendencia a preocuparse excesivamente, muy exigentes consigo mismos y que suelen tener ansiedad en otras facetas de su vida. Los expertos aseguran que las personas con niveles de ansiedad muy elevados suelen experimentar mayores dificultades en sus relaciones sexuales en general.

Socialización sexual

La erección es una respuesta fisiológica automática que ofrece el cuerpo masculino cuando le llegan estímulos eróticos del exterior. Simultáneamente, explica Poblador, el cerebro se activa y produce una interpretación afectivo-sexual de esa situación. A su vez, el chico pone en marcha todo un cúmulo de expectativas y creencias sobre lo que va a ocurrir en ese momento. «Su foco de atención principal se centra en los estímulos eróticos que ha aprendido que le excitan», concreta esta experta.

Por tanto, el problema surge cuando se detiene demasiado en pensamientos del tipo: «¿Y si cuando nos quitemos la ropa mi pene no está lo suficientemente rígido?, ¿y si se me baja y no puedo hacerlo bien?, ¿y si se lo dice a sus amigas y se ríen de mí?»… Estos y otros ‘y si’ no son más que factores amenazantes que unidos a su alto nivel de exigencia y a ese fatídico miedo a ‘no dar la talla’ hacen que el joven esté en un estado de hipervigilancia que no le deja disfrutar de lo demás.

Son ideas y medios preconcebidos que vienen dados por la sociedad, lo que los expertos llaman «socialización sexual». Como apunta Poblador, es lo que han aprendido los jóvenes sobre el sexo y sobre lo que es «ser un hombre de verdad», como las situaciones que se cuentan en los chistes verdes, las escenas de sexo irreales en las películas, el cine porno, y algunos medios de difusión que siguen mostrando qué es lo que ‘vende’.

Poblador recomienda, de forma contundente, «dejar de centrarse en el cuerpo y los genitales y empezar a disfrutar de lo que está pasando fuera, sustituir el ‘me presento a examen’, por el ‘comparto’ y complemento lo que tengo con la persona que tengo delante», puntualiza.

Además de las ideas que transmite la sociedad, existen otros factores que intervienen en un mayor riesgo de sufrir un gatillazo como el temor al fracaso, la autoexigencia para cumplir ese rol masculino, el estrés, la falta de sueño prolongado, los sentimientos de culpabilidad, la información sexual inadecuada y miedos específicos al embarazo. Especial atención merece la llamada ansiedad anticipatoria. Esto es la anticipación al fracaso por una mala experiencia de alguien que te han contado o de ti mismo.

‘Momento preservativo’

Un protagonismo relevante lo acapara el preservativo, o mejor dicho, las actitudes negativas hacia él. Unos por miedo a colocárselo mal, otros porque no «sienten lo mismo».

El psicólogo clínico especialista en Sexología, y director de www.sexologosalicante.org, Vicente Briet, explica que esto ocurre debido a la ansiedad que genera la interrupción de la relación sexual para ponerse el preservativo, ya que si en algún momento han experimentado dificultades en su colocación, algunas personas anticipan de nuevo tal dificultad y por la «ansiedad de ejecución» acaban por perder definitivamente la erección o no logran la rigidez adecuada.

Poblador añade, que muchos chicos «creen que no tienen la misma sensibilidad y entonces se bajará». «Como si el pene fuera por libre, sin tener en cuenta que el principal órgano de placer es el cerebro», aclara.

Una de las consecuencias de ese rechazo al condón, es que puede mermar la autoestima tanto de la persona que lo padece como de la pareja y, en el caso del chico minar aún más su sensación de competencia sexual y provocar una verdadera fobia asociada a ese ‘momento preservativo’.

Las reacciones de la chica

No obstante, sea por los factores que sea, no podemos olvidarnos de la reacción de la chica ante la fallida erección de su compañero. «Comprensión y aceptación suele ser lo más frecuente», indica el experto. Pero también, señala a su vez que «es muy posible que si la situación se dilata en el tiempo, la frustración acumulada puede derivar en un problema mayor entre la pareja».

La psicóloga Mónica Poblador coincide con Briet. «Las chicas entienden que ellos no son máquinas del sexo y se suelen mostrar con naturalidad ante la situación», afirma.

Además, hace hincapié en uno de los aspectos fundamentales de la sexualidad, que deben aprender especialmente los jóvenes. Esto es, «conocernos a nosotros mismos sexualmente y comunicar a nuestra pareja lo que nos gusta y lo que no. Desterremos ya el antiguo mito del ‘si me quiere, tiene que adivinar lo que me gusta’. No podemos dejar nuestro propio placer en manos del otro», puntualiza la experta.

Poblador apunta a la consabida frase del psicólogo: «de lo que me preocupo, me ocupo». Con lo que, «la mejor forma de buscar solución a estos problemas de erección continuados que se pueden cronificar es la búsqueda de ayuda cuanto antes para que la intervención sea lo más corta posible». Hay que romper la barrera del ‘a mí eso no me pasa’, añade, y cuando el problema se repita, acudir a un especialista.