Prevenir la transmisión del VIH a través de un anillo vaginal parece una opción cada días más cercana. Así lo sugiere un trabajo que hoy se publica en Science of Translational Medicine en el que, por vez primera, se ha demostrado la eficacia de un anillo vaginal que libera un microbicida en prevenir la transmisión del virus de inmunodeficiencia del simio (VIS). La investigación ofrece las primeras evidencias para que los anillos vaginales se conviertan en una vía para la administración de microbicidas, sustituyendo a las empleadas hasta ahora, como son los geles.

Desde hace unos años se está analizando el uso de anillos vaginales para prevenir la transmisión del VIH. Dos grandes ensayos clínicos se iniciaron en 2001 en África para probar la efectividad de los anillos vaginales. Los dos estudios -The Ring Study y el ASPIRE-, analizan la eficacia de un anillo vaginal que contiene un medicamento antirretroviral en miles de mujeres africanas. Ambos ensayos están diseñados para lograr, al menos, una reducción del 60 por ciento en el riesgo de VIH, pero los investigadores esperan obtener mejores resultados, que se presentarán en 2015.

Prueba de concepto

Por eso resulta tan importante esta «prueba de concepto» que acaba de publicarse en Science. «Los resultados confirman el uso de anillos vaginales como una vía eficaz para prevenir la transmisión del VIH a través de la administración de antirretrovirales», explica Naomi Rutenberg, del Programa del VIH y Sida de Population Council. Además, este trabajo, señalan los investigadores, es el primer paso de una estrategia más ambiciosa que persigue desarrollar un anillo vaginal que sea capaz, no sólo de prevenir el VIH, sino también otras infecciones de transmisión sexual como el virus del papiloma humano o el del herpes, así como prevenir los embarazos no deseados.

El estudio ha utilizado un microbicida, MIV-150, capaz de evitar la infección del VIH mediante la alteración de una enzima que el virus necesita para hacer copias adicionales de sí mismo.

Así, el equipo coordinado por Rachel Singer, evaluó la eficacia de anillos intravaginales cargados con el microbicida MIV-150 en un pequeño grupo de macacos. Para saber si el fármaco se había liberado correctamente, los científicos etiquetaron el medicamento con una marca radioactiva que reveló altos niveles del productos en los fluidos y tejidos vaginales de los animales. Los datos mostraron que el anillo protegía a los monos frente a la infección del VIS.

Los anillos vaginales, explican los científicos, liberan de forma constante el fármaco que es capaz de penetrar en los tejidos 30 minutos después de su inserción. Sorprendentemente, el equipo descubrió que, a diferencia de los geles que contienen MIV-150 y que han demostrado ser efectivos, el anillo funciona incluso cuando se inserta después de la exposición al virus. Además, como subrayan los autores, las dosis utilizadas en este estudio son más elevadas que las que se habrían utilizado en mujeres, dado que estudios previos han mostrado que dosis más bajas del MIV-150 en combinación con otros fármacos serían probablemente efectivas y tendrían, además, una gran actividad frente a otras enfermedades de transmisión sexual.

Discreto y seguro
Por otro lado, el uso de anillos vaginales permite abordar un obstáculo que ha impedido que se generalice el uso de algunos geles microbicidas, como es garantizar la adherencia al régimen recomendado. Con un anillo, explican los expertos, las mujeres no tendrían que acordarse de usar el producto. Así, que las mujeres tengan un método seguro, discreto y eficaz para prevenir la infección es algo de gran importancia especialmente en África, donde el VIH constituye una de las mayores amenazas para la salud de las mujeres, ya que representa la principal causa de muerte en el mundo en la población femenina situada en la franja de entre 15 y 44 años de edad. No hay que olvidar que en África subsahariana, donde tienen lugar la mayor parte de los nuevos casos de infección, el 60% de las personas que viven con VIH son mujeres, y las jóvenes de entre 15 y 24 años corren un riesgo más de dos veces superior de adquirir el virus que los hombres de su misma edad.